Esta práctica surge como inquietud de trabajar el cuerpo desde su complejidad y su simpleza, recorriendo músculos, huesos, articulaciones, piel, respiración con el atención puesta en encontrar, desbloquear y reconocer.
Desde aquí el trabajo corporal expresivo consiste en un entretejido de diversas disciplinas corporales que tienen como base la sensopercepción, es decir que cada parte del cuerpo primero se percibe, se siente con total conciencia y luego el movimiento.
Las consignas comienzan por este recorrido corporal mental e interno y van hacia el movimiento y micromovimiento pautado y libre, ahí es donde surge lo expresivo, en la posibilidad que tiene cada integrante de hacer lo que necesita para desbloquear y recuperar el tono muscular y la movilidad propia, corregir posturas y sentirse más aliviado.
El alumno así aprende a escucharse de forma placentera y no sólo a través del dolor o la enfermedad.
Recuperar el placer del movimiento y también la pasividad. Pasividad que es global y también de las diferentes partes del cuerpo, unida a la pasividad de pensamiento, tomando la palabra pasividad no como abandono de la voluntad sino una pasividad receptiva y consciente.
Utilizo la intensión de soltar, huesos, peso, músculos, dejarlos reposar en el suelo, no retenerlos, «El suelo nos sostiene» y así abandonar los esfuerzos, a veces excesivos, que hacemos para sostenernos en el acto de vivir.
Otro componente importante es el tiempo, dar un tiempo para cada consigna y darse el tiempo de escucharse; un tiempo que puede ser distinto y diferente en cada clase. Así incluímos la repetición de una secuencia, a lo nuevo, lo que el grupo necesita «hoy» y de esta manera entre la «escucha» del coordinador para con el grupo y la «Respuesta» del integrante surge la creatividad lo distinto, como un juego.
Y todo esto se traslada a la cotidianeidad y desde allí a esa atención natural de corregir por ej. la forma de caminar, estar sentados , posturas en el trabajo , estados de cansancio y ansiedad.
Mi pasaje por distintas escuelas me llevó a articular disciplinas que van desde el yoga, la expresión corporal, Eutonía y psicodrama entre otras, en todas el cuerpo como protagonista se pone en escena y en esta dinámica aprendí a transmitir lo que primero pasé por mi cuerpo y sigue pasando como una obra interminable, una fuente de recursos y de expresión.
En el volver a andar, en recorrer los mismos espacios internos , está la búsqueda y la recuperación, el alumno encuentra «Lo nuevo» en ese «Ser el mismo»; la transformación de patrones que nos limitan como el «No puedo» o «Nunca lo hice, no se me ocurre nada» y así el grupo se nutre mirando a otros, copiando primero y luego produciendo lo propio.
Así el cuerpo es tratado como un todo psicobiológico y la tarea es adecuarse a cada persona. Y toda esta práctica va revelando desde un comienzo, un cuerpo y un pensamiento asociado a lo flexible y lo estético, disponibles a los cambios y dispuesto a la alegría, sabiendo que podemos incorporar esta práctica sin descartar otras que estemos haciendo sino sumando, y eligiendo.
Es necesario crear un espacio vacío para que se produzca algo de calidad. Un espacio permite que nazca un nuevo fenómeno, ya que sólo si la experiencia es fresca y nueva podrá existir cuanto se relacione con contenido, significado, expresión y música. Peter Brook.
Y así el cuerpo es nuestro escenario, nuestro espacio a vaciar para volver a llenar de nuevas sensaciones placenteras, pensamientos de vida y estados de felicidad.
por Nora Bonifacio
