Las bases físicas de la ciencia son muy sólidas y creíbles pero solemos dudar con la misma vehemencia del poder de la mente.
Los antiguos médicos de la India eran realmente sabios, y su principal creencia consistía en que el cuerpo se crea a partir de la conciencia. Esto es fácilmente demostrable en hechos concretos de cada día, como ante una situación de estrés (por ejemplo, voy a cruzar el parque y me encuentro con un perro de aspecto agresivo y por eso me asusto). Este susto es un hecho abstracto, pero mi cuerpo, obedeciendo órdenes de mi mente, produce sustancias químicas (cortisona, adrenalina, etc.) para elaborar una estrategia (huir o afrontar el peligro); estas sustancias son concretas y fácilmente demostrables en el laboratorio, y todo solamente por haber tenido conciencia del peligro.
Esta conciencia no se limita sólo a la mente y a algunos órganos sino a cada una de las células de nuestro cuerpo; cada una de ellas «sabe» de la existencia del peligro y actúa adecuadamente a la circunstancia, ya que la sangre que recorre todo nuestro cuerpo lleva sustancias químicas («mensajeros») que intercomunican a la totalidad de las células por los receptores que existen en sus membranas. Por lo tanto, en el caso concreto del susto ante algún peligro (como el mencionado antes) el corazón se acelera al igual que la respiración, la vista, el olfato y el oído se agudizan (para poder huir, si es necesario), los músculos se llenan de sangre, el sistema digestivo y reproductivo disminuyen su actividad ya que no se los necesita en esa oportunidad, de la misma manera que disminuye su actividad el sistema inmune.
El estrés lo experimentamos frecuentemente en el día, es un hecho fisiológico normal; superado el momento, nuestro cuerpo metaboliza los elementos creados y todo vuelve a la normalidad en un tiempo proporcional a la magnitud del evento.
Pero ¿qué pasa cuando no podemos elaborar esa estrategia para evadirnos del peligro y permanecemos en ese estado de desequilibrio emocional que no podemos manejar? Nuestro sistema inmune va a seguir deprimido, nuestro corazón acelerado, etc. y cada una de las células de nuestro cuerpo va a vivir esa frecuencia desequilibrada, desordenada, inarmónica con capacidad potencial de desarrollar cualquier patología porque carece de defensa; no solamente hablo de miedos como en el caso antes citado, también nos desequilibran los rencores, odios, resentimientos, culpas y pensamientos negativos en general. Luego, si pensamos armoniosamente y vivimos en paz, vamos a crear un cuerpo sano, pleno y feliz.