Uno de los medios para unirse a la memoria colectiva, es decir al átomo memoria que nos conecta con los registros básicos del universo, es la comprensión. Dicho de esta manera, parece sencillo pero en la práctica se confunde con nuestra capacidad de entender.
Comprender implica un conocimiento práctico o vivencial que nos permite sentir un estado de aprehensión de la realidad distinto al anterior, pero completo, integral y único en su manifestación.
También lo llamamos la adquisición de un nuevo estado de conciencia.
Tratar de vivir todo, presenta por lo menos, una limitación física, por eso surgen las cuestiones relacionadas con la imagen. Una imagen es el envase necesario para hacer la representación simbólica, que reemplaza la experiencia a la hora de hacer ese «click» del cambio de conciencia.
La imagen no depende de lo que haga en el exterior, sino de la coherencia entre mis creencias y las conductas que realizo. Por eso una «buena imagen» es un proceso mucho más profundo e integral que los que pudieran presentar algunos arreglos cosméticos.
La imagen vive por sí misma dentro nuestro. Tiene su propio desarrollo y se alimenta buscando todo lo que le es afín. La relación entre nosotros y nuestras imágenes es una decisión central, pues durante esos intercambios surgen nuevas imágenes siempre novedosas e inspiradoras de cambio.
Las manos tienen relación directa con la posibilidad de evocar esas imágenes. Un trabajo armónico entre ellas permite el centrado y el equilibrio de nuestros dos hemisferios cerebrales. Descubrimos el pasado y lo observamos desde la doble información de uno u otro campo de la mente. Esta riqueza informativa es lo que llamamos revelación.
Las manos siempre son los medios para desarrollar nuestros sueños. En este caso son también los puentes para cambiar nuestro pasado en cuanto a imágenes se trata. Si una imagen nos retiene en el pasado sin razón actual para ello, cambiarla puede significar todo un salto hacia nuevas búsquedas y realizaciones.
La elección de qué imágenes quiero mantener, cuáles abandonar o corregir, cambia mi estado de conciencia y se desarrolla una rica integración y autoelevación espiritual. El papel de las manos es central para este trabajo.
La clave de este trabajo es hacerlo con ambas manos, con método, permanencia y capacidad de desear la información que surge.
La Revelación de Nuestras Manos, es un oráculo, un terapeuta, un juego, una danza, un plan, un grupo de amigos, una guía, un maestro, todo al alcance de tus propias manos, que siempre te acompañan y te sirven lealmente.
Fátima Salinas