La vida Espiritual es como una gran montaña. A los pies de la montaña observando y algunos sin observar están aquellos que no han despertado aún al deseo de progresar o ascender por esa montaña (y digo aún porque a todos nos llega el día de subirla) y por lo tanto, están expuestos a todos los agentes contaminantes que son: el odio, el rencor, la avaricia, la pereza, el orgullo y el temor.
No quiere decir con ello que no puedan hacerse más livianos para subir, es solo la falta de voluntad o el temor que no deja que miremos hacia arriba y dejemos de equivocarnos.
Un escalón más arriba estan aquellos que despertaron al deseo de ascender pero que han olvidado dejar la pesada carga antes de ascender. Entonces sienten un poco de desaliento y cansancio pero los que perseveran suben y en adelante la luz y la verdad guiarán nuestro camino hacia la ascención.
Así como para escalar una montaña verdadera se enlazan unos a otros para que el primero con su fuerza nos sotenga y nos ayude, así debemos nosotros asirnos a la mano de nuestros maestros, nuestros guias y protectores espirituales, porque ellos con su gran cordón de luz nos impulsan a dar un paso cada día; y aquellos que no desean tomar el cordón de luz que ellos nos envian, simplemente los dejan hasta el día que decidan asirse a el.
Por esos debemos despertar al deseo de hacerlo, primero limpiando nuestro vehículo de todos esos agentes contaminantes para que este se haga más liviano y así poder ascender más rapidamente; y segundo teniendo constancia mientras encontramos en esa gran montaña el laso de luz que nos conectan con aquellos hermanos que nos ayudarán en nuestro ascenso.
Cuando tomemos ese laso de luz debemos hacer esfuerzos para llegar cada día más alto hasta lograr la meta que es nuestra ascención, nuestro encuentro con ese gran Dios.
¡Ánimo!!! Todos podemos llegar buenos y malos, ricos y pobres. Con solo cambiar y desear nuestra ascención, el Padre celestial nos enviará más y más ayuda de luz hasta envolvernos totalmente.