Se considera crítica a toda afirmación o pensamiento que se realiza hacia personas o cosas y que llevan implícito solo la intención de mostrar algo negativo sin hacer el debido análisis
Es una emisión altamente negativa, ya que, generalmente, carece de los principios básicos
Se distingue principalmente, porque tiene consigo una consigna de superioridad de quien lo hace, por lo tanto, se puede decir que uno de los patrones de conducta que intervienen en
El origen, casi siempre, está en una consigna de desvalorización que se activa y desde ésta se acciona un mecanismo de soberbia desde el que comienza a emitir.
Cuando esto sucede, generalmente, se comienza a criticar a casi todo y a todos, es cuando
Esto va a generar una sensación interna de enojo que se trasmite y provoca discusiones con los que están alrededor, todo esto refuerza a la desvalorización y con esto a la soberbia, vale decir, que de entrar en esta rueda, se podría encontrar con un sinfín que solo conduce al ser cada vez más abajo, ante los demás y lo que es peor ante sí mismo.
LA CRÍTICA Y SUS CONSECUENCIAS
La crítica es, en realidad, un lugar donde ponemos nuestro enojo. ¿Entonces, que hacemos? Nos ponemos a criticar, o mejor nos sentamos a mirar nuestra propia rabia?
El hecho es que, más de una vez el hecho de fijarme en el entorno, hablar de los que me rodean, me puede permitir no ver mis propias cosas.
Por eso, es que a veces, sobretodo en los barrios o pueblos donde las personas se conocen más, se encuentran personajes de los que se dice: «Viven pendientes de la vida de los demás…«
Si los analizamos no tienen vida propia, no tienen forma de hacer su historia personal. No sienten que tengan cosas valiosas; internamente tienen la sensación de: «yo ya no tengo nada…», «yo no puedo corregir nada y no sirve nada mío…»
Entonces se ponen a mirar y en ciertos casos a inventar, todas las cosas negativas que podría haber a su alrededor. Observan, vigilan, critican.
En este juego, obviamente, lo único que se logra es vivir cada vez peor. Porque en realidad se está viviendo una vida que no les pertenece, una vida prestada.
Yo puedo mirar en el ser que se me acerca porque es el que karmáticamente me ponen delante para aprender, en tanto y en cuanto vea lo bueno que tiene para aportarme; y a su vez, todas las cosas que me molestan, tratar de estudiarlas, de verlas, de aprender, porque allí está mi trabajo, de lo contrario, no me molestarían.
A mi no me fastidia una persona ansiosa, si yo soy sereno, tampoco una persona insegura si yo soy seguro. Me molesta lo afín, lo igual.
Cuando critico muchas cosas de una persona, si yo analizo la base de lo que estoy juzgando, me doy cuenta que es mío, yo también lo tengo.
Hay un juego que quizás es el que más nos lleva a esto y es el que tiene que ver con los límites; es esto de «no me gusta que me invadan», o «no me respetan». Y no me doy cuenta que cuando critico me estoy metiendo en la casa del otro y, mientras yo haga esto, estoy transgrediendo mis propios límites. Yo me dispersé y en ese extenderme, los límites no están claros, por lo tanto, cada día me van a invadir más.
Es un juego de ida y vuelta, es una ley de Causa y Efecto. Si yo necesito que me respeten, que me valoren, lo primero que tengo que tener claro es cuáles son mis espacios. Saber cuáles son mis cosas, lo que me costó tenerlas, valorarlas y respetarlas.
Si transmito pautas de respeto, todo el mundo me va a respetar.
Cuando me invaden, es porque no transmito pautas que indiquen que me tienen que respetar, y lo que se da es lo inverso: me enojo mucho y ahora soy yo el que se mete en la vida del otro.
En esto de pensar, hablar y actuar, como sabemos, hay emisiones y esas emisiones vuelven a mí. Entonces cuidemos que sean positivas, pues con ellas aporto, ayudo y yo crezco, o ensucio, lastimo y me lastimo…

¿POR QUÉ CRITICAMOS?
Basados en un montón de errores, nosotros a veces decimos que las cosas «hay que decirlas», y la forma de ayudar es diciéndolas.
A veces eso que nosotros podemos ver que el otro está haciendo, y que a lo mejor está mal, prácticamente lo arrojo a la cara del otro. Tengo que saber que si voy a marcarle o mostrarle algo a alguien, para que cambie, debe ser siguiendo una serie de pautas.
La crítica, (lo que nosotros llamamos crítica) es un comentario que hacemos de alguien y no se hace generalmente con ninguna contemplación.
A menudo podemos empezar a decir que es una mala persona porque «hace esto» o «lo otro», hay evaluación, hay juicio.
No hay en lo que llamamos crítica, un trabajo en el que estemos haciendo un análisis; hay un juicio y todo lo que viene detrás de esto generalmente es negativo y se marca con un tinte o una apoyatura de fuerza que está dada desde patrones mentales.
O sea, acá hay un juego nuestro de patrones mentales, que es lo que nos lleva a juzgar, censurar y criticar.
Lo grave de esto es que, yo critico desde mi propio juego de desvalorización al que se equivoca. Es decir, en ese juego de tratar de ser más, bajando al otro, yo critico.
El real juego sería; mostrar en qué me podría estar equivocando y tratar de ser más, preparándome más.
Cuando comienzo a hablar, se me activa un patrón de desvalorización y también un juego de agresión, ya que mi forma de decirlo tiene una carga de agresión. Subyacente con estas consignas hay un mecanismo de soberbia. Es más fácil bajarlo al otro, mostrándole todos los errores. Siempre que critico a alguien, tácitamente, estoy diciendo que soy mejor.
mi obligación es ayudar, no criticar
Si yo ya vi esto que le estoy marcando a otro, en verdad, mi obligación es acercarme y ayudar.
En ese ayudar, crecemos todos; con la crítica no crece nadie.
De lo contrario, lo que peor, es que cuando critico emito desvalorización, agresión y soberbia.
Esto significa que a todo lo que salió de mí, se le van a sumar energías afines. O sea, que esa carga de agresión que salió de mí con un determinado tamaño, por ejemplo 1/2 kg. de energía (simbólicamente), a la hora de llegar a la persona a la cual estoy criticando, ya esa masa de energía puede pesar 3 kg. Desde ahí, esa masa de energía por Ley de Causa y Efecto va a volver a mi. Ese trayecto en el que viene a mí sigue arrastrando, y es muy probable que llegue con 6 kg. de energía. Esto pasa con la agresión, con la desvalorización y también con la soberbia.
Entonces, si mi intención es lo que yo esgrimí primero: «Tiene que saberlo porque de esa manera yo lo ayudo», sepan que no ayudamos a nadie. No solo no lo hacemos sino que en realidad lo que hicimos fue, perjudicar al otro, perjudicar al plano y básicamente perjudicarnos a nosotros mismos.
por Lic. Anacelis Castro