EN LAS MANOS DE DIOS

Aprendí que lo mejor es creer que el Padre Poderoso y Bondadoso se ocupa de mí, de mi pequeñez y que para entrar en la palma de su mano eterna yo debo venderlo todo, es decir no estar apegada a nada de este mundo.

Él me tomó y me puso en la Nueva Tierra que es su mano por la que transito hoy, en donde tengo la paz y la solución que busco.
Transportada así por tan gran amor, ya nada temo pues el poder del Padre me acompaña.

Ahora puedo decir por medio de este gran poder: «¡monte: córrete!»
También puedo esperar la Voluntad Divina pues aquí no existe el reloj del mundo, sino el reloj del Amor.

También aquí, sin adivinar, puedo ver a través del tiempo y seguir la voluntad del Señor, porque el reloj del Amor tiene un tictac que es el corazón de Dios.

Hilda Ana Moyano
55 años – Médica
Santiago del Estero – Argentina
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