Cuenta Rumi que un hombre de Bagdad gastó toda su herencia y se encontraba en la ruina. Rogó a Dios que le ayudase y tuvo un sueño en el que una voz le decía que había en la ciudad del Cairo un tesoro escondido. Se puso viaje y fue a El Cairo.
Pronto se quedó sin dinero y se puso a mendigar. Lo encontraron unos policías por la calle tomándolo como si fuera un ladrón y lo golpearon. El hombre logró al fin explicarles quién era y qué hacía en la ciudad.
Uno de los policías le dijo:
«¿Cómo fuiste tan necio que viniste a El Cairo por un sueño? Yo mismo he tenido un sueño en el que he visto que en la ciudad de Bagdad en tal calle y en tal casa hay un tesoro…»
El hombre quedó atónito al oír aquellas palabras.
Aquella casa de Bagdad era precisamente la suya.
Dio gracias a los policías y a Dios misericordioso. Y viajó de vuelta a su casa de Bagdad. Allí encontró el tesoro, en su propia casa…
Después de tantas vueltas y vueltas, buscando y buscando nos damos cuenta que el tesoro, nuestro tesoro, está ahí en nuestra propia casa, en nosotros mismos.
¿Por qué buscamos siempre lejos y fuera lo que está cerca y dentro?
En ti está lo que buscas.
Román de Asunción, Paraguay