EL MIEDO

El miedo en su función primaria estaría para asegurarnos la supervivencia y poner una alerta frente a los peligros, pero si éste sale de cauce se puede convertir en «un monstruo grande que pisa fuerte» y que nos impedirá vivir en libertad.
Este «monstruo», incluso, ha sido una herramienta de dominio durante siglos. Utilizándolo, hasta se ha logrado que millones de personas cumplan los deseos (non sanctos) de apenas unos pocos.
Este a veces se disfraza de enojo, otras de tristeza, otras de depresión pero siempre es el mismo y de acuerdo a nuestras características tomará una forma y se ubicará en una o más áreas de nuestra vida.

¿Qué hacer? Desenmascararlo y enfrentarlo.

Hay un viejo concepto que considera que el que tiene miedo es un cobarde y lejos de eso yo diría que el valiente es el que lo enfrenta y no el que dice que no lo padece.
Desenmascararlo sería revisar en qué actitudes o sensaciones podría esconderse ya que puede estar en una sensación de no servir, de no poder, de no tener. En consignas o creencias instaladas en nosotros desde la infancia. En cosas tan simples como no saber poner un límite o decir lo que pensamos o sentimos en el momento justo.

Enfrentémoslo!!! Es hora de dejar la esclavitud.
Y no es necesario que nos llenemos de armaduras y escudos, es mucho más simple que eso, se desarma desde lo cotidiano, desde las actitudes mínimas de todos los días. Las técnicas de autoconocimiento y bioenergética nos acompañarán en este desafío, llevándonos a vivir con mayor libertad y eligiendo lo que deseamos desde el amor, la serenidad y el bien común.

por Prof. Marta I. Villafañe

MIEDO, AVARICIA Y PANICO SOCIAL

Desde la perspectiva antropológica, encontramos que el miedo ha sido un compañero inseparable del Hombre sobre la Tierra. Fue imprescindible para la conservación de la especie humana. Una criatura muy frágil comparada con otras especies que habitan el mismo planeta. Dos respuestas opuestas, huir o luchar, tienen su correspondencia con dos emociones básicas; el miedo y la ira. Estas respuestas instintivas podrían explicar el estado de parálisis en la sociedad argentina.
Descubrir a qué le tememos, es el primer paso hacia el desmantelamiento del miedo que nos ha invadido. Muchos estudiosos del tema han podido establecer que el miedo del cual se desprenden las otras categorías de miedos, es el miedo a la muerte. Podríamos sintetizar que los temores detectados con mayor frecuencia, son seis: miedo al abandono (soledad), miedo a la pobrezamiedo al ridículo (crítica), miedo al cambiomiedo a la enfermedad, y miedo al amor (miedo al compromiso).

Algunas de estas categorías se hallan en directa correspondencia con ciertos y denominados pecados capitales. El miedo a la pobreza podría estar enlazado, desde el punto de vista espiritual, en ciertos casos, con la avaricia y en otros, con la pereza.
Lo más interesante es que los síntomas suelen mostrar cierta incoherencia en la acción, con la emoción de la cual provienen. Los síntomas del miedo a la pobreza se presentan como un estado de indiferencia aparente, cierta falta de ambición y una clara predisposición a aceptar las contrariedades que se presentan, sin protestar.
Comienza a manifestarse una cierta pereza mental y física. La persona afectada por este estado, tiene falta de iniciativa, poca imaginación, bajo nivel de entusiasmo y dificultad para el autocontrol.
Generalmente, se muestra indecisa, permitiendo que otros decidan en su lugar. La tendencia es hacia un estado dubitativo y a mantenerse al margen en la mayoría de las situaciones. Se trata de individuos que se justifican permanentemente, presentan excusas, tienen un humor burlón y cierta envidia, algo disimulada, por los logros ajenos. Las posibles implicancias de este estado, si persiste en el tiempo, serán el descuido del aspecto personal, la tendencia a gastar más de lo que se gana, la dependencia hacia algun tipo de substancia tóxica y otras. El individuo carece de severidad y autoconciencia. En general, manifiesta una inclinación a ver el lado negativo de toda circunstancia y sus palabras hacen referencia a posibles fracasos. Es probable que conozca bien lo qué es lo que lo conduce al fracaso pero no cambia de actitud ni hace planes concretos. Presenta una clara tendencia a la dilatación de sus proyectos.
En el caso que una persona no pueda corregir el estado de miedo a la pobreza, se irá debilitando su autoconfianza hasta desaparecer totalmente. Es posible que destruya su voluntad y que aparezca debilidad en el carácter e insatisfacciones personales. Es posible que muchas personas aquejadas por esta emoción negativa, se hayan desviado hacia el camino de la avaricia, mostrando una necesidad exagerada de adquirir objetos y en especial, de conservar sus posesiones.
¿Cómo podríamos rescatar a esta sociedad y construir una nueva conciencia? Desarrollar los aspectos intuitivos y creativos, que toda persona dispone a nivel de su hemisferio cerebral derecho, permite ir abandonando la práctica del control de las situaciones externas. Cuando aprendemos a sentir profundamente, dejamos de calcular excesivamente, nos sentimos libres interiormente. Cuando abandonamos el miedo, la vida se vuelve excitante, valiosa. El cultivo diario del coraje de vivir, expulsa la parálisis producida por el miedo.
La conciencia antigua se compone de miedo, avaricia, individualismo, escasez y tendencia al control. La nueva conciencia nos enseña que en este momento es necesaria la cooperación, la armonía, el desapego y la paz.
El pensamiento general, transmitido por distintos medios influye en las creencias de quienes le dan permiso para entrar. El estado de suspenso que se vive en estos momentos, está dirigido a retener la atención del público, a cualquier costo y contribuye a producir tensiones en las historias individuales. En este misterioso juego entre deseo y destino, hace falta la mayor de todas las fuerzas, una fuerza tan inasible como el aire, que no se ve pero se siente, la fuerza del amor.
Hoy más que nunca podríamos aplicar una frase de Epícteto (55-135 A.C.): «Los hombres se perturban no por las cosas que les suceden sino por sus opiniones sobre las cosas que suceden».

por Prof. Graciela Perez Martínez

PÁNICO
una manera especial de sentir

Todo lo que nos vincula y nos unifica es un universo de energías organizadas por «patrones» es decir matrices energéticas responsables de la totalidad de lo que se manifiesta como hechos y acontecimientos. Así que sentir pánico es para un ser humano, en términos energéticos sentir algo penoso y doloroso que lo atraviesa súbitamente, sin motivo y de manera inexplicable.

El hecho en si es inexplicable pero la trama que lo origina se encuentra en la misma persona que sufre pánico como una manera especial de sentir, porque es prácticamente imposible dejar de sentir y este ha sido el camino equivocado que, sin saberlo ni sospecharlo siquiera, comete la persona que entra en pánico.
Es absolutamente imposible que la conciencia pueda reconocer todas las cualidades energéticas que le llegan en cada instante. Suelo aconsejarles a mis pacientes que lo primero que tiene que hacer cuando se sientan enojados u ofendidos es sin dudarlo sentir enojo y rabia. La vida se encargará de ofrecer una serie de experiencias que estarán sujetas a ciertas «leyes» ineludibles y esto es darse por enterado, acusar recibo de lo que está ocurriendo en nuestro interior, mental, emocional y corporalmente.

Cuando la conciencia rechaza ciertos contenidos está efectuando doble gasto energético ya que por un lado reprime aquello que debería expresarse y por otro lado dilapida mucha más energía en mantener este sistema energético bloqueado para que no exista comunicación; así que dentro del sistema se producen actividades compensatorias y hay prohibiciones para unos contenidos e hipertrofia de otros.

Las personas que sufren ataques de pánico como lo describí anteriormente son víctimas de un estallido debido a todos los hasta ahora logrados intentos de mantener «a raya» pensamientos indeseables. Claro que todos nuestros sentires siempre van acompañados de una respuesta somática así que cuando fueron refrenados sentimientos de rabia e impotencia se ignoraron las palpitaciones, el miedo a perder el control y a volverse loco, no se tomó en cuenta la transpiración, fueron negados los síntomas de opresión en el pecho y vaya a saber cómo se contuvieron de no expresar el más mínimo gesto que pusiese en peligro el supuesto equilibrio del sistema.
Como esto no ocurrió una sola vez sino que se vino repitiendo durante mucho tiempo los síntomas acallados quedaron listos para explosionar como una bomba.

Ya sabemos lo que sigue a un ataque de pánico: con suerte la persona lo vive como un accidente que no se repetirá o en el peor de los casos reorganiza su vida y la de sus familiares para evitar otro ataque tomando casi de por vida el clonazepan o el alprazolam recetado por los médicos. En realidad los médicos nos vemos obligados a recetar los famosos comprimidos muchas veces asociados con antidepresivos ya que el sistema mental ha sido tan herméticamente sellado que muy probablemente los pacientes nunca lleguen a enterarse del lado oscuro de sus vidas. Este es por el momento el cuestionado destino de los ataques de pánico y como los pacientes exigen más y más acallar los síntomas se produce un círculo vicioso inevitable.

por Dra. Liliane Bar
Médica psiquiatra

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