EL CUERPO FÍSICO EN LA CURA

El cuerpo físico es una parte de nuestro ser que llegó a un elevado grado de perfección. Posee una consciencia evolucionada, según lo demuestra su funcionamiento complejo y preciso. Si lo consideramos la morada del Espíritu, como de hecho lo es, comenzamos a tratarlo con la debida dignidad. Transmitirle esa convicción al cuerpo constituye el principal trabajo de cura que debemos proporcionarle.
Podemos llevarle a cada célula la información de que ella es depositaria de la esencia de un yo espiritual perfecto e íntegro; y, si mantenemos esa afirmación muy presente en nuestra consciencia, el cuerpo tendrá salud, aunque dentro de los límites permitidos por la ley del karma material.

Si no consideramos al cuerpo como algo sagrado, cualquier recurso que busquemos para su cura (ejercicios, alimentación, reposo o tratamientos) podrá ser paliativo. Sin embargo, cuando le hacemos tomar consciencia de que es un instrumento del ser interior, él mismo nos indica con claridad lo que necesita. Entonces, podemos despreocuparnos de su funcionamiento y sólo estar atentos a nuestros hábitos, porque el cuerpo sabe mantenerse en armonía si no lo desequilibramos.

Están los que intentan controlar su peso o modificar el funcionamiento del cuerpo. Pero eso no es necesario, pues el cuerpo sabe lo que tiene que manifestar según sus capacidades. Cualquier imposición, sea concreta, sea mental, puede desorganizar sus funciones y desvirtuar la finalidad para la cual fue creado.
Después de haber asimilado nuestro mensaje de que es la morada del alma, el cuerpo prescinde de interferencias. Pero siempre tendremos una tarea para con él: no desgastarlo inútilmente con hábitos, vicios ni imposiciones. Para ello, necesitamos tener discernimiento en lo que hacemos. La fatiga y la desvitalización surgen cuando desarrollamos actividades sin la intención de contribuir a la evolución general.
Canalizar la atención y concentrar la mente, el sentimiento y la acción física en la meta evolutiva es lo que más repone las energías consumidas por el cuerpo, y no el ocio vacío de contenido, como se cree. Como la mayoría de las personas no son conscientes de esto, sufren desgastes continuos que culminan en enfermedades y, con el tiempo, en decrepitud.
La vida común crea obstáculos para que las personas se recuperen. Un obstáculo para la circulación de las energías en los cuerpos humanos es la matanza de animales. Mientras la humanidad sea capaz de provocar el sufrimiento y la muerte prematura de seres de otros reinos de la naturaleza, estará sujeta a enfermedades. Para las personas más evolucionadas, la carne dejó de ser una fuente adecuada de alimentación. Su uso introduce en el organismo sustancias y vibraciones de agresividad que en el ser humano ya deberían estar trascendidas.
Las personas que descubrieron la meta espiritual y se dedican a ella, tienen menos necesidad de sensaciones, de excitación y de alimentos físicos; y gradualmente dejan de depender de personas y de cosas para estar bien. A medida que se definen por la meta evolutiva, comienzan a liberarse de las fuentes de energías densas.
A los que despiertan a una consciencia más amplia, se les da la tarea de transmutar los elementos materiales de su cuerpo en elementos-luz. No es necesario esperar el inicio de la Nueva Tierra para participar de ella. Es posible colaborar en su manifestación cultivando desde ya la receptividad y la adhesión a las nuevas leyes y patrones de conducta que les son propios. Esa nueva vida, que también tiene su lado físico, puede penetrarles silenciosamente la consciencia.

De la Serie Síntesis de Charlas de Trigueirinho
Del libro: LA VIDA SE RENUEVA
Editorial Kier

Espacio de Publicidad

Relacionados