CURA Y OPORTUNIDAD

A menudo nos preguntamos cómo hacer para liberarnos del sentimiento de culpa. Sabemos que aparece cuando tomamos consciencia de haber cometido errores. Sabemos también que no nos ayuda a mejorar, pues no es cuando nos arrepentimos que compensamos nuestros actos negativos, sino cuando practicamos actos de cualidad opuesta.

En realidad, el sentimiento de culpa provoca la pérdida de una energía que podría ser canalizada evolutivamente, quizá hasta para reparar el acto realizado. Pero, ¿cómo impedir que ese sentimiento tan desvitalizador se instale en nuestro ser?

El primer paso es comprender mejor por qué erramos. En general, lo hacemos por desconocer las leyes superiores de la existencia. Cuando desconocemos esas leyes nuestra responsabilidad por los errores es sólo parcial. No debemos, pues, culparnos por algo que no habríamos podido hacer de otra forma. Por el contrario, reconocer un error cometido indica un nuevo despertar de la consciencia, y por ello debemos alegrarnos.

El segundo paso es equilibrar nuestras faltas con acciones opuestas. únicamente nos corresponde reconocer la oportunidad y, ante ella, actuar de otra forma.
La persona inteligente y decidida a obrar con acierto no necesita caer en la trampa del sentimiento de culpa. Ella puede canalizar su energía hacia acciones positivas y así compensar efectivamente lo que hizo. Y, gracias a la situación de inquietud moral en la que se encuentra, puede sintonizarse con leyes superiores, incomprendidas por la mayoría. Una de ellas es la Ley del Amor-Sabiduría. Rige la práctica del amor universal que conduce a un equilibrio inclusivo. Otra es la Ley de la Purificación que actúa en consonancia con la Ley del Amor-Sabiduría. Por ella, nuestros cuerpos -el físico-etérico, el emocional y el mental- se liberan de ciertos elementos espurios que se les agregaron en el transcurso de las encarnaciones. La purificación puede darse por medio de un sufrimiento físico, moral o espiritual. Es común estar apegados a formas de vida que ya que no nos corresponden; por eso no siempre aceptamos de buen grado la purificación y solemos considerarla incómoda.
Para poder colaborar con el cumplimiento de la Ley de la Purificación, hemos de aceptarla. Sin embargo, no se trata de pasividad ni de indiferencia. Debemos serenarnos y saber que la purificación posibilita la conexión con niveles superiores de consciencia. De esta manera la energía armonizadora de la ley fluye y cura, retira obstáculos y residuos acumulados.
El universo utiliza la Ley de la Purificación no para castigarnos; él no es vengativo. Al aplicar esa ley, está conduciendo a las criaturas hacia el verdadero camino destinado para ellas.
Las limitaciones son negativas sólo cuando nos debatimos contra ellas como si fueran una prisión. Pero la consciencia humana, por más limitada que se considere, es sólo una pequeña parte de nuestro ser. Es apenas una proyección de nuestro yo universal y superior. Y la tarea actual de la humanidad es percibir su realidad trascendente, percibir niveles de existencia que están más allá de los conocidos en la materia más densa.
Un nuevo estado de consciencia comienza a hacerse presente en algunas personas, pero para ingresar efectivamente en él es necesario dirigirse al mundo interior y adherir con serenidad a la Ley de la Purificación, tan necesaria al cuerpo físico, al emocional y al mental.
El primer paso es prestar atención al mundo interior, a sus sugerencias e impulsos, e intentar no despreciarlos, incluso cuando hacen temblar las estructuras humanas.

De la Serie Síntesis de Charlas de Trigueirinho
Del libro: OPORTUNIDADES DE CRECIMIENTO
Editorial Kier

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