¿Influye la autoestima en la elección de una pareja sana?
¿Cómo podemos saber si un individuo tiene una baja autoestima o, en otras palabras, si «se quiere poco»?
Existen «señales» que indican una baja autovaloración; por ejemplo: desórdenes alimenticios (obesidad, anorexia), dificultades de intimar o establecer compromisos, abuso de drogas o alcohol, adicción al trabajo y a la actividad frenética, entre otras.
Desde luego, comer o trabajar pueden ser conductas totalmente normales, pero abusar de ellas es lo que puede ocasionar problemas.
Como punto de partida, es importante reconocer que se tienen valores y defectos, y que los valores pueden dar la fuerza para asumir y enfrentar imperfecciones.
En la medida en que se hacen cambios positivos, el nivel de autovaloración aumenta y cuanto mayor sea ésta, mayor es el convencimiento de que merece la pena luchar para vivir mejor y para ser más felices; siendo así, la autovaloración puede verse como una necesidad básica y un requisito para la salud mental y el bienestar.
El viaje hacia una alta autovaloración comienza de la misma manera para todo el mundo y cada uno debe preguntarse: ¿por qué me siento así? ¿qué situación o persona está relacionada con este sentimiento? ¿qué puedo hacer con este sentimiento ahora?
El alcohol y otras sustancias químicas que alteran los estados anímicos se utilizan como seguros remedios para los estados emocionales difíciles dado que al utilizarlos el estado anímico cambia.
Para alguien que nunca ha sabido alcanzar sentimientos positivos y agradables de forma natural, las drogas proporcionan los primeros buenos sentimientos que esa persona ha experimentado en su vida.
También, muy a menudo se observa que una persona que no se autovalora se esfuerza por llenar su vacío con la valoración de otra; algunos intentan cubrir sus necesidades con un solo compañero, otros cambian continuamente de pareja para conseguir lo imposible: recibir la autovaloración de otra persona. Imposible, ya que la autoestima sólo puede proceder de uno mismo.
Este tipo de dependencia también es válida para las relaciones de amistad; es decir, se establece entre dos personas que buscan conseguir la autovaloración fuera de sí mismas. Cuanto más baja sea la autovaloración, más amigos se necesitarán para conseguir la cantidad suficiente de autoestima.
También existen signos de dependencia de parejas o amigos, por ejemplo: ser, habitualmente, el primero en llamar por teléfono, sentirse ansioso cuando no se está con el otro, sentirse incapaz de vivir sin la otra persona.
Sólo a través de nuestro propio desarrollo como personas completas podemos encontrar la autovaloración, lo que nos permitirá elegir vivir una relación con alguien que posea igualmente una alta autoestima y de este modo, compartir nuestra valía en lugar de utilizarnos mutuamente.
Se requiere una alta autovaloración personal para tener relaciones sanas. La esencia de la alta autovaloración podría quedar resumida en las siguientes expresiones:
Ser capaz de tomar decisiones que cambien la vida, no ser una criatura desprotegida que se deja llevar pasivamente por el destino.
Disfrutar del propio cuerpo, igualmente de la mente y el espíritu.
Reconocer y aceptar que la forma en que cada uno se siente consigo mismo afecta el modo de relacionarse con los demás.
En síntesis: prepararse para hacerse cargo de uno mismo y cuidarse, porque nos lo merecemos
por Lic. Teresa González
por Lic. Teresa González
¿Cómo lograrla y mantenerla positiva?
Auto: Se refiere al yo, a mí mismo, a mi persona.
Estima: Se refiere a la energía con que impregnamos el mundo de los afectos.
Autoestima: Se refiere a la energía afectiva con que me vínculo conmigo mismo.
La Autoestima que podemos tener acerca de nosotros puede ser Positiva o Negativa, de Aceptación o Rechazo.
A modo de ejemplo: si sacamos a nuestro niño interior y hacemos un juego imaginario y entramos en dialogo con él en una escena del mundo externo y le comunicamos que nos resulta muy grata su compañía, que nos produce su existencia un deseo de amarlo, que nos gratifican enormemente sus expresiones de afecto, que sus ideas nos resultan originales, interesantes, entretenidas, etc., que seguramente van a ser muy importantes y trascendentes en su vida, que nos produce mucho placer mirarlo, acompañarnos por él, que su apariencia física es agradable y armónica, seguramente este niño va a crecer; Aceptado, Bello, Espiritual y Físicamente se va a sentir apuntalado en todo sus aspectos positivos y va a tener un mundo donde la violencia, la depresión y la tendencia a la enfermedad psicosomática tendrá poca cabida. De esta manera aprenderá a tratarse a sí mismo y a los demás.
Si sacamos nuestro niño interior y hacemos otro juego imaginario y entramos en dialogo con él en una escena del mundo externo y le comunicamos lo aburrido que nos resulta su presencia, lo indiferente que es él para nosotros, el poco afecto que su persona nos inspira y a su vez el poco afecto que le tenemos, lo intrascendentes que sos sus ideas, lo poco creativas rayando en la tontería, el hastío que sentimos cuando nos quedamos solos con él y lo poco atractivo que es su apariencia física y su mundo espiritual.
Esta persona aprenderá que no es merecedor de «recibir cariño» y que tampoco es «capaz de gestarlo», crecerá sintiéndose rechazado, no sintiéndose merecedor, desconfiado y repudiando su capacidad intelectual, rechazando su apariencia física y su mundo espiritual, quedarse solo con el le producirá hastío, y tenderá a buscar estímulos para sentirse vivo en sustancias químicas, no podrá estar solo, buscando vínculos adictivos y la enfermedad psicosomática será un refugio, mostrando un modelo de «vínculo hostil», consigo mismo y con los demás que se relacionara a lo largo de su vida.
Si el primer niño lo incluimos en nuestro espacio interior, no es difícil imaginarse que nuestros sentimientos acerca de nosotros mismos, serán un reflejo de lo que sentimos por él (Autoestima), van a ser de aprobación, de sentirnos merecedores, de querernos y de tener una actividad frente a la vida amorosa e impregnada de Fé: Autoestima Positiva.
Si al segundo niño lo incluimos en nuestro mundo interior, nuestros sentimientos acerca de nosotros mismos, serán un reflejo de lo que sentimos por él (Autoestima); van a ser de repudio, de falta de amorosidad u odio y denigración, esto nos llevará a tener una vida sin amor e impregnada de autoagresión y resentimiento: Autoestima Negativa.
Es en este punto que complemento, sobre la base del éxito obtenido con mis pacientes, el tratamiento de los desequilibrios emocionales, tales como, Inseguridad, Miedos, Desvalorización, Rabia, Resentimiento, Falta de Fé, etc., a través de la Medicina Floral de Bach y la Homeopatía.
Es importante entender que en la vida todo es aprendizaje, nadie nace sabiendo, todos nacimos con las mismas posibilidades y en el camino de la vida, tomándonos, dejándonos, sumándonos, estándonos, hasta que nos detenemos en un momento en que decimos «voy a tomar tal o cual camino», «voy a aprender tal o cual idioma».
Se necesita la misma energía para aprender bien un idioma, que para aprenderlo mal, por lo tanto tomando la Autoestima como el aprendizaje de un nuevo idioma acerca de cómo tratarnos afectivamente, podemos implementar técnicas y sistemas pedagógicos de aprendizajes para crear y desarrollar dentro de nosotros un mundo poblado de Autoestima Positiva. Podemos decidir aceptar (usando la misma energía o fuerza), ir por el camino de la vida, deprimidos, quejosos, mortificados, y culpando al mundo de que «no nos quiere»: Autoestima Negativa, cuando en realidad somos nosotros los hacedores de nuestro propio destino.
Se necesita la misma energía para ir de un lugar a otro, pues para ir hay que vencer la fuerza de la resistencia al cambio, y para no ir, hay que vencer las fuerzas de la curiosidad. Partiendo desde esta cosmovisión de cómo nos relacionamos con nosotros mismos, y con el mundo que nos rodea, dejamos de lado la habitual tendencia al reclamo, la acusación o justificación de nuestra historia en función de cómo fueron nuestros vínculos con nuestros progenitores en nuestra niñez.
Si no tuviéramos un vínculo positivo con nuestros padres, tendríamos la oportunidad de rectificarlos y no repetirlos con nosotros mismos o con nuestros hijos, la negativa historia pasada. Si nuestros vínculos fueron buenos y positivos, en el caso que estos hayan existido, los mejoraremos hasta la exaltación. Desde esta visión nuestra historia vincular pasa a ser una anécdota dentro nuestra historia presente.
por Dra. Elba Garber
CUANDO ABUSO DE MÍ
Mi valiosa identidad merece todo lo mejor. ¿Cómo podemos saber si una persona posee autoestima y autovaloración o se siente bien consigo mismo? Si pudiéramos «sintonizar» los pensamientos de una persona con una actitud positiva respecto a sí misma, se podrían escuchar las siguientes afirmaciones: «Me considero una persona valiosa e importante; creo que he ganado el respeto y la consideración de mis compañeros de trabajo; me siento capaz de defender mis puntos de vista y al mismo tiempo estoy abierta a escuchar otras opiniones; me gustan los desafíos y las tareas nuevas». Por el contrario, el monólogo interno de alguien que tiene una actitud personal negativa estará lleno de pesimismo, depresión y desvalorización.
Existen signos indicadores de una baja autovaloración, fáciles de reconocer:
Desórdenes alimenticios (obesidad, anorexia, etc.)
Problemas en las relaciones (dificultad de intimar, establecer compromisos)
Trastornos físicos (problemas de salud crónicos, impotencia, frigidez)
Abuso de drogas y alcohol.
Adicción al trabajo y actividad frenética.
Tabaquismo.
Necesidad de gastar dinero (compras o azar impulsivos)
Dependencia de otras personas (pueden ser familiares o gurúes)
Desde luego que comer, trabajar o gastar dinero pueden ser conductas perfectamente normales y no producen ningún daño, pero el abuso de ellas puede causarnos problemas. Nuestra actitud de abuso nos conduce a un círculo vicioso: comer, beber, gastar, relaciones sexuales incontroladas, todo esto suaviza nuestros sentimientos dolorosos pero sólo temporariamente, puesto que las emociones originales vuelven y se le suman a los sentimientos dolorosos originales, y además existen otros nuevos: la culpabilidad, la vergüenza y la soledad. Es decir, se mitiga el dolor en cuanto nos llenamos de excitación pero es un alivio muy breve, seguido de sentimientos más dolorosos y otra vez nos encontramos en la espiral descendente de la baja autovaloración. Podemos reconocer:
Adictos a: el alcohol; las drogas; el trabajo.
Dependientes de: la comida; el trabajo; determinadas personas.
O sea que el objeto de nuestro alivio temporal se transforma en un veneno para nosotros, se vuelve tóxico para nuestro bienestar emocional. Entendemos como toxina emocional toda persona o sustancia que inhibe nuestra capacidad de sentirnos espontáneos emocionalmente y esto provoca un ambiente de toxicidad que disminuye y mantiene muy bajo nuestro sentimiento de autovaloración.
por Lic. Teresa González
LA AUTOESTIMA EN LOS NIÑOS
Todos desarrollan autoestima si reciben amor. No basta que los padres sientan amor por sus hijos. Deben saber comunicarlo y hacérselo sentir al niño. Las edades más importantes para el desarrollo de la autoestima están ubicadas entre los 3 y 10 años. En esos años se concentran en los sentimientos que se tienen con respecto a ellos y su valor personal; su autoestima empieza a depender menos de cómo lo ven los demás y del afecto de éstos.
Comienzan a influir más las ideas propias, los logros y otras fuentes sustitutivas de autoestima. En todo caso, desarrollarán autoestima, si reciben amor. Quien se pregunta si realmente los padres aman a sus hijos en el sentido literal de la palabra, ya que no basta que sienta amor por ellos, sino que se lo sepan transmitir.
Hay muchos padres que dicen que se desviven por sus hijos y, sin embargo, ellos tienen la impresión de no ser queridos, tal vez porque los padres hacen cosas que son manejadas erróneamente o dejan de hacer aquello capaz de transmitirles amor.
Hay muchas maneras erróneas de comunicar amor a los hijos. Por ejemplo: manifestarles afecto físico solamente. Son los padres que pretenden demostrarles afecto a los hijos mediante besos, caricias, abrazos y toda clase de mimos, los cuales son vitales e importantes, pero pierden valor si no se brindan acompañados de atención por sus cosas. Los besos aislados, las caricias y los arrumacos, parecen no convencer suficientemente.
¿Podemos ayudar a construir una buena autoestima en los niños?
Padres y Educadores podemos ayudar a establecer las bases de la autoestima:
Devolviéndole una imagen positiva y ajustada de sí mismo. Si le vemos en su aspecto positivo, sin inflar, ni exagerar ningún aspecto, aceptándole; lo estamos consiguiendo.
Motivándole a afrontar el conocimiento de lo que le rodea con curiosidad e interés. Creando un clima de descubrimiento agradable y positivo.
Reforzándole en sus logros. No recalcando sus fracasos. Lo que ha hecho mal no se lo podemos presentar como algo que está bien, pero podemos relativizar su fallo.
Dándole la oportunidad de que se enfrente a los conflictos y ponga en juego sus habilidades para resolverlos autónomamente.
Criticar sus actos, nunca a su persona. Cuando tengamos que limitar su acción, podremos explicarle que lo que ha hecho no está bien, no nos gusta, pero diferenciándolo claramente de lo que es su persona. Es decir, podemos expresarle: «Eso está mal», nunca le diremos: «Eres un desastre».
Asegurarle nuestro cariño y afecto incondicional, independientemente de sus logros y comportamiento. El niño necesita sentirse seguro y querido por sí mismo.
No utilizar los castigos. El castigo ha demostrado ser totalmente inútil para regular la conducta a medio y largo plazo, a corto plazo puede servir momentáneamente pero sin interiorizar el sentido de la norma, con un daño en la propia estima, dolor emocional, resentimiento hacia la persona que castiga, y deseo de vengarse volviendo a transgredir cuando no sea visto.
Facilitar al niño una salida «airosa» del conflicto. Cuando a un niño se le niega algo que quiere, o se le impide que lleve a cabo una acción determinada. Es conveniente ofrecerle y ayudarle a tomar una opción alternativa e incompatible con la anterior y que sea adecuada. Una salida airosa para él, respetando la norma. Si es posible eligiendo entre varias.
Permitirle la expresión de sus sentimientos. Las emociones personales son el último reducto de la intimidad. No se debe enseñar a los niños a disfrazarlas desde pequeños. Se puede exigir un control sobre la acción, no sobre la emoción. En un ambiente afectivo adecuado las emociones irán madurando positivamente.
Esto supone el mirar a los niños con respeto y cariño, con una visión que no esté nublada por los propios temores y esperanzas, siendo capaces de reconocer sus capacidades, de reforzarlos y criarlos y ayudarles a reconocer qué es lo que hay de especial en cada uno de ellos.
por Lic. Marcela Siciliano

CARICIAS
Desde lo afectivo, la palabra y lo social
Las caricias son unas de las formas de intercambio del organismo con el ambiente, que nos provee además de estímulos sociales y de energía.
Berne dijo: «Si no te acarician se secará tu espina dorsal.» Se basó en las investigaciones de Spitz Ribble y Bowlly.
El ser humano necesita ser estimulado, sin ello pasamos a ser un objeto en vez de un sujeto con derechos y necesidades. Es evidente que los estímulos, provocan respuestas gratificantes desde el nacimiento, en un proceso receptivo. Las caricias dan vida reforzando nuestro yo.
Podemos llamar caricias a un cálido apretón de manos, un beso, un abrazo afectuoso, un «te quiero», «te recuerdo con mucho cariño» o un «contá conmigo».
También acompañar en el dolor a quienes nos necesitan, no ser indiferente ante el problema del otro. No retardar la comunicación y el contacto afectivo. No es lo que has hecho sino lo que has dejado de hacer, lo que más afectara tu vida.
La carta que no escribiste.
Las palabras o caricias que dejaste de dar.
La flor que pudiste haber regalado.
La piedra que pudiste haber quitado del camino ante un obstáculo.
El consejo alentador que no diste por estar demasiado ocupado.
El tono amistoso con que tendrías que haber hablado.
Estos pequeños actos de cariño o caricias que tan fácilmente pasan para ti desapercibidos y que no brindaste, pueden afectar en un futuro tus sentimientos. Porque quizás no puedas pasar nuevamente por ese camino.
«Lo urgente no deja tiempo para lo importante», decía Confucio.
por Elida Calçada
¿CÓMO ELEVAR LA AUTOESTIMA?
AFIANZAR EL YO
Dice Ignacio: «Salí a buscar empleo. Me corté el pelo, cambié el peinado, pedí prestada una corbata de calidad, compré una camisa y mandé el traje a la tintorería; me lustré los zapatos y hasta me perfumé. Me preparé, como se ve, para estar en forma. Pero cuando estuve enfrente de mi posible empleador y a pesar de que se trataba de un trabajo que yo podía realizar, en lo más profundo de mi conciencia sentí que eso no era para mí, que podría no estar capacitado para abordarlo, que no me tomarían. Y efectivamente: no me tomaron.«
A Ignacio le cuesta valorizarse a sí mismo, elevar su autoestima. Como tantas personas que sufren esa misma situación, trata de remediarlo. Entonces echa mano a recursos que supone le harán sentirse seguro, fortaleciéndolo. Desgraciadamente equivoca el camino.
Un maquillaje, por más sofisticado y oneroso que sea, no va a solucionar nuestros conflictos. La falta de autoestima de una persona tiene generalmente raíces muy profundas que le vienen de años, desde la niñez. Ignacio mismo lo advierte cuando dice que lo que sintió le surgía desde lo más profundo de su conciencia. ¿Podemos sin embargo resolver el problema por propia voluntad, haciendo por supuesto un gran esfuerzo y sin necesidad de terapia? A veces sí.
Caminos que no llevan a ningún lado
Creer en uno mismo, en las propias posibilidades; amarse. Eso es autoestima.
No depende de lo que piensen los demás sobre uno sino de cómo se ve uno a sí mismo. Las personas que sufren de falta de autoestima (porque la falta de autoestima es un verdadero padecimiento, una enfermedad) buscan la aprobación en los demás, en el mundo exterior. Todos deseamos ser aprobados, amados y hasta admirados por quienes nos rodean. Empecemos por amarnos internamente y por respetarnos. Seamos fuertes.
Si siempre tratamos de impresionar fingiendo lo que no somos, si buscamos desesperadamente que nos aplaudan o consientan, si necesitamos que nos aprueben a cada rato porque de lo contrario nos deprimimos y nos dejamos caer, es porque carecemos de suficiente autoestima. Nos cubrimos de apariencia -como hizo Ignacio-, aunque no sustituimos con ella nuestra debilidad y nuestra escasa fe. Es como si debajo de los oropeles sepamos secretamente que nuestra ropa interior está vieja, sucia y ajada. Eso lo perciben los demás; y no necesitan hacernos una radiografía para descubrirlo. La sensación de falta de autoestima se transmite. Porque si no te quieres, nadie te amará; si crees que no vales nada, no valdrás nada.
La falta de autoestima es un concepto nuevo en psicología, y su uso se ha vuelto común, cotidiano; está en boca de todo el mundo. Pero eso no alcanza para que cuando alguien la padezca se salve de sufrir situaciones realmente muy penosas y hasta dramáticas.
La falta de autoestima produce vacío, soledad interior, sensación de nada. Para compensar esta carencia algunas personas tratan de vincularse con gente a la que considera importante. Otros hacen alarde de su poder económico, o de sus conocimientos, o de los viajes que realizó, o de las propiedades que adquirió. Nada de eso puede compensar algo más profundo y arraigado; ¿cuántos ejemplos conocemos de personas que aparentemente lo tenían todo y terminaron dolorosamente?
Carecieron de lo principal: la autoestima.
COMPLEJOS
Sepa que los complejos disminuyen la autoestima, porque no solamente nos quitan seguridad, sino que, además, nos dañan quitándonos personalidad. Es necesario enfrentar los complejos para poder vencerlos y no permitir que ellos nos venzan a nosotros. Una vez que los hayamos identificado, entraremos a combatirlos, poniendo nuestro mayor empeño. Así lograremos «amigarnos» con zonas negativas que nos molestan. Lo peor que nos puede suceder es hacer un complejo de un defecto: tobillos gruesos, piernas gorditas, la «destructiva celulitis», ser bajo u obeso, calvo, o poseer orejas grandes, son detalles de los cuales nosotros, «los humanos», hacemos grandes problemas.
Pero todo es según el color del cristal con que se mira. Muchas veces, en la comparación con otras personas, nos sentimos morir, aunque estemos seguros de nosotros mismos.
La reacción displacentera se produce en milésimas de segundo y nos abandonaremos a una abrupta caída de autoestima personal. Pero, observe qué contradicción, a esos mismos complejos o defectos que consideramos insoportables para nosotros, los miramos en la mayoría de los casos con solidaridad en otra persona.
Los defectos que nos angustian
Son aquellos que nos mortifican profundamente y nos quitan seguridad. Nos empequeñecemos porque perdemos fortaleza y decisión. Nos hacen sentir malogrados y, a veces, como «ellos» pueden con nosotros, perdemos más que una partida.
Observe una misma situación en dos personas. ¿Por qué yo me veo vieja y arrugada, mientras María, que lo es más, no usa cremas ni le da importancia al peso de los años y, aunque aparente cinco año más de los que tiene en realidad, se la ve feliz y emprendedora?
Hay una constante: el denominador común de los complejos es la desvalorización. Y en este sentimiento volcamos todo el ideal que fabricamos sobre cómo quisiéramos ser, y perdemos en la compración de cómo somos en realidad.
Un problema físico nos produce tal disminución de la autoestima que se aloja en nosotros bajo la forma de un complejo psíquico; eso hace que cada vez nos alejemos más del ideal soñado. Es sabido que no hay mejor defensa que un buen ataque. Llévelo al área que estamos viendo: verá que hay oportunidades que, por luchar excesivamente contra ese sentimiento de inferirodad, terminamos generando una actitud defensiva, que lo trasmuta en otro sentimiento de superioridad. Es como simular un estado para disimular otro. Podríamos interpretarlo como una actitud o serie de actitudes que adoptamos para tapar otras que nos causan dolor, para hacernos sentir distintos. Pero luego ese disfraz de superioridad se convierte en una «falsa autoestima». Las formas de presentarse esta estrategia errónea son muchas. Elegiremos algunas: exceso de autoridad, insolencia, falta de respeto hacia los demás, tiranía, etc. Esto provoca una mala relación con el medio que nos rodea y una pésima integración. Es decir, la no adaptación.
Sabemos que existen dos tipos de sentimientos de inferioridad: los innatos y los adquiridos. Con los innatos nacemos, y con el tiempo formamos nuestra personalidad y pasan a formar parte de nuestra potencia aprender a vivir. Luego, al crecer, aparecen una serie de complejos creados, alimentados por un sentimiento de inferioridad adquirido. Son los que fomentamos los humanos en función de pautas sociales y culturales. Es decir, el sentimiento de inferioridad innato cumple una función positiva; el sentimiento de inferioridad adquirido es negativo. Esto ocurre, por lo general, porque vivimos muy pendientes del mundo que nos rodea, del mundo externo, del qué dirán, dándoles más importancia de la que, quizá, tienen en realidad. Cuando sufrimos por un complejo, una parte de nuestro ser se siente atacada. Debe recordarse que los sentimientos de inferioridad que nos hacen tanto mal crecen con el miedo, se nutren de él, de la incertidumbre y de la insatisfacción. En síntesis, de la falta de confianza, de amor y de respeto por uno mismo. Está en los mandamientos de la Ley de Dios: «Ama a tu prójimo como a tí mismo». Es decir, que el amor y el respeto por uno mismo es la condición previa a cualquier otro vínculo saludable.
Esta gran sociedad de consumo que nos rodea y en la que estamos sumergidos nos da modelos con los que no nos sentimos acordes, quizás porque nos hace sentir faltos de belleza, de la belleza que ella impone. Deberíamos asumir que hay lugares donde los cirujamos plásticos no llegan porque no nos hace falta. Eso es nuestro interior. Cuide su ángel interno, sea cada día mejor persona. La belleza del alma es la belleza del talento. Ahí usted no temerá a la competencia. Hombres y mujeres somos seres íntegros, estamos compuestos de cuerpo y alma. El cuerpo puede sentirse empequeñecido por los modelos impuestos desde afuera, pero si lo más íntimo de su ser está desarrollado plenamente, o va camino de serlo, usted tiene muchas posibilidades de ser feliz. Su escala de valores debe nacer del interior hacia el exterior. Así, usted no deseará una realidad utópica, que no simpre podrá alcanzar. Su autoestima no debe pasar por modelos impuestos desde afuera.
Con voluntad, firmeza, decisión y ejecución, podemos cambiar lo cambiable y aceptar lo no cambiable, y permitirnos ser felices. Recuerde que la Grafoterapia (cambiar signos enfermos de la letra por signos sanos) puede ayudarla a resolver o aceptar lo que a ud. se la hace complejo y llegar a ayudarla en algo que considero son los más difíciles: los conflictos del alma.
por Lic. Ada Guarini
LA AUTOACEPTACIÓN
Lo primero que hay que hacer para autoaceptarse, es deshacer el mito de que se tiene un solo concepto de sí mismo y que éste es siempre positivo o negativo. Se pueden tener muchas imágenes de sí mismo, y éstas pueden cambiar en distintos momentos. Por ejemplo: si te preguntaran si te gustas a ti mismo tal vez responderías que no, luego de haber agrupado todos los pensamientos negativos que tienes sobre ti.
Para lograr tus objetivos es necesario que analices lo que no te gusta de tu personalidad, y al hacerlo encontrarás el camino para mejorar. Seguramente tienes diferentes opiniones de tu personalidad, las cuales variarán de acuerdo a los distintos puntos de vista: intelectual, físico, emocional o social.
Tienes tu propia opinión acerca de tus aptitudes. Además, tus autorretratos son tan variados como tus actividades, y a través de todo estás tú, la persona a la que aceptas o rechazas. Tú puedes decidir ser valioso para contigo mismo y crear tus propias imágenes; al amarte a ti mismo aprendes a manejar tus sentimientos, y cultivas sólo los positivos.
El ser consciente de tus comportamientos destructivos para corregirlos y actuar de una manera diferente es el primer paso hacia la autoestima, sentimiento que nace a partir de la autovaloración. Esto puede demostrarse en las personas que se han hecho cirugías estéticas exitosas, per internamente no sienten conformidad o alegría. No existe cirugía que pueda trabajar sobre la autoestima aunque parezca que es así; si una persona realmente no se quiere, las distintas variantes para «verse mejor» desde la cirugía estética no podrán ayudarla. Para decidirse a cambiar algo del aspecto personal, hay que pensar primero en que la cirugía estética no alcanza para que el alma esté hermosa.
Sólo sintiéndose bien con uno mismo, es decir aceptándose y amándose, se llegará a un equilibrio tal que, aunque no tenga hecha ninguna cirugía, lucirá excelente.
por Lic. Martha Lattanzio
LA EDAD NO TIENE NADA QUE VER
Estudiarse a sí mismo no es tan sencillo como se pueda suponer. Negamos nuestros defectos y enmascaramos, sin darnos cuenta, nuestras debilidades y conflictos. En lugar de aceptar su falta de autoestima, alguien puede decir, creyéndolo firmemente, cosas como éstas: «No consigo trabajo porque tengo mala suerte» o «No consigo novia porque no tengo auto». Se necesita mucha autenticidad y no estar demasiado conflictuado psicológicamente para enfrentarse a una verdad dolorosa. De manera que no voy a proponer soluciones fáciles ni apelar al simple voluntarismo.
Hagamos este ejercicio: ¿Cómo me veo, cómo imagino que soy? ¿Merezco que me amen? ¿Tengo una personalidad atractiva? ¿Soy una persona apta que merece ser respetada? ¿Inspiro confianza en los demás? ¿Soy capaz de dirigir un hogar? ¿Tengo una profesión, conocimientos o habilidades suficientes como para ganarme la vida con dignidad? ¿Soy útil? ¿Me animo a tomar decisiones y responsabilidades? ¿Me decido a poner en práctica mis proyectos de progreso? A cada una de estas preguntas respondámonos en positivo: ¡Sí, soy capaz! Hagámoslo a menudo, hasta que la imagen relativamente negativa que podamos tener de nosotros mismos se vaya modificando y nos visualicemos como individuos valiosos. La fuerza y la convicción con que nos repitamos ese ¡Sí, soy capaz! nos dirán hasta dónde llega la autoestima que nos tenemos.
Admitamos que con este ejercicio no van a conseguir autoestima aquellos que no la tengan o quienes la posean en un grado demasiado bajo o enfermizo; en ese caso sólo un tratamiento apropiado podrá resolverles el problema; la autoestima no se inventa ni se adquiere en ningún supermercado. Los que la posean, en cambio, aunque no sea en el nivel adecuado aún, podrán sumar muchos puntitos a su favor. Reforzando el criterio sobre nosotros mismos no sólo mejoramos la imagen para el exterior sino que -esto es lo importante- nos afirmamos en el mundo.
Los demás y nosotros
Vivir en sociedad implica relacionarse con los demás. El contacto apropiado con quienes desearíamos estar y compartir cosas acrecienta las ganas de vivir. En la medida en que una persona no se crea merecedora de ser aceptada, caerá en el retraimiento. La soledad, el temor al rechazo, se alimentan de sí mismos, creando una especie de círculo vicioso: «Como nadie me quiere, no estoy con nadie. Como no estoy con nadie, nadie me quiere». ¡Pero cuidado! Porque también podemos sentirnos solos y abandonados en medio de la multitud. Romper el círculo del aislamiento, poder progresar, implica amarse a sí mismo, saberse valioso, poseer eso que nos salvará: ¡la imprescindible autoestima!
por Lic. Teresa González
TRATEMOS DE MENTALIZARNOS EN POSITIVO
La cuestión que plantea el título de este artículo parecería ser ociosa. Sin embargo expresa un conflicto muy común entre las personas de edad, y que en muchos casos se convierte en una situación penosísima difícil de resolver. Uno podría asegurar que la autoestima no depende de que se tengan setenta, cincuenta o cuarenta años; pero no siempre es así.
Hay gente que a los cuarenta años se siente vieja. Y aún antes. Por el contrario, vemos a octogenarios felices y en plena actividad. Muchas obras famosas, de la literatura por ejemplo, o de la filosofía, fueron escritas por ancianos. Aunque no es necesario ser un talento de las letras o de las ideas para conservar la autoestima y los deseos de vivir.
El problema que aqueja a muchas personas que tienen cierta edad es que sienten como que ya no pueden esperar más nada de la vida. Cumplen los cuarenta como si fueran un castigo; llegan a los cincuenta y lloran. Sucede que se han quedado fijadas en el pasado y no logran desprenderse de él como para reconocer que han entrado en otra etapa, con limitaciones pero también con nuevas y gratificantes posibilidades. Mi cutis no es el mismo de mis quince años, ni tampoco mi vigor y mi agilidad. ¿Cómo me ven las chicas y los chicos de veinte? ¿Soy capaz de seducir o enamorar a alguien?
En la medida en que nos sintamos frustrados e insatisfechos con lo realizado hasta el momento, mayor será nuestro desconsuelo en cada cumpleaños. Pensaremos que lo que no pudimos lograr de más jóvenes, ahora, con los años, ya no lo alcanzaremos más. Eso que se denomina «expectativas de vida» implica planes para el futuro y fe en concretarlos, una actitud de realización personal, cuya contrapartida es la inmovilidad y la falta de confianza en uno mismo.
Reconozcamos que hay factores externos que influyen sobre nuestro ánimo. Uno de ellos es el bombardeo incesante de la publicidad para obligarnos a permanecer eternamente jóvenes, hermosos y seductores; igual que los paradigmas que la televisión trata de imponernos: divas que parecen no envejecer jamás, galanes que aparentan tener la misma edad de mis hijos; astros y estrellas que a pesar de los años «rompen» corazones todos los días. ¿Qué nos queda, simples mortales comunes y corrientes si nos comparamos con ellos o -esto es más grave aún- si intentamos imitarlos?
Hay otra causa de innegable y nefasta presencia: la exclusión que en lo social se hace a partir de los cuarenta años, principalmente en el plano laboral.
Sin embargo las principales causas que originan nuestra depresión y caída de la autoestima al llegar a determinada edad, debemos buscarlas en nosotros mismos, en nuestro propio interior.
Reconozcamos que con los años llegan también nuevas oportunidades de las que podemos disfrutar; los hijos crecen, se independizan, viven su vida, se casan; ocasión para que nos ocupemos más de nosotros mismos. ¿No sería ése el momento de iniciar aquellas actividades con las que siempre soñamos y nunca concretamos por falta de tiempo y exceso de obligaciones? ¿O es preferible sentarnos a llorar porque ya no tenemos veinte años?
Sustitutos que intentan recuperar la autoestima
Mujeres que van de cirugía en cirugía, padres que sueñan con emular a sus hijos, enamoramientos fulminantes, necesidad de mantenernos siempre ocupados para llenar el tiempo y no pensar…
Regresar al pasado, detener el tiempo, intentar recuperar lo que ya no es, son fantasías que producimos -conciente o inconcientemente- para salir del duelo que la paulatina pero inevitable pérdida de la juventud acarrea. ¿Cómo se expresan esas fantasías?
El sentirse viejos cuando en realidad no lo somos (nadie puede decir con objetividad que a los cuarenta o cincuenta años ya estamos viejos) nos induce a las actuaciones compulsivas. Por ejemplo, apasionarse de alguien veinte o treinta años menor. Les sucede incluso a hombres y mujeres que han llevado una vida relativamente ordenada, que han sostenido su hogar y cuidado el amor de su pareja, que han velado por la estabilidad emocional de sus hijos. De pronto conocen a una persona que está en la primavera de la vida y se enamoran perdidamente de ella. Se sienten rejuvenecidos, potentes, vitales, como si esa lozanía y juventud ajenas se traspasaran a ellos. Basta prestarles atención para que terminen por confesar cómo se sienten, lo culpabilizados que están y cómo sufren por el temor de destruir todo lo que más quieren en realidad: su matrimonio, su hogar, sus hijos.
Hicimos referencia a las cirugías, una manera ilusoria de recuperar años pero que, al permitir que nos veamos más jóvenes, quizás nos haga sentir mejor. Reiteramos este concepto con el que insistimos a menudo: lo exterior no modifica ni corrige nuestro mundo interno; no es suficiente conque la máscara sonría. Por otra parte, cada cambio de imagen logrado por la cirugía produce un cierto shock y exige un reacomodamiento emocional que, de no lograrlo, termina en depresión y melancolía. No siempre se alerta suficientemente al respecto.
El paso de los años intensifica nuestros conflictos irresueltos. Pero son esos conflictos los que hay que tratar de resolver, no los años que se nos sumen.
De todas maneras hay que tener en cuenta lo siguiente: la autoestima no se deteriora el día mismo en que entramos en una nueva década, como si surgiera de golpe y de la noche a la mañana. Se trata más bien de un estado de ánimo que ya venimos arrastrando desde hace tiempo y no depende del cumpleaños. A lo sumo, éste podría actuar como detonante, pero no como causa.
Conócete a ti mismo
Acabas de cumplir los cuarenta, cincuenta tal vez, o más. ¿Cómo te sientes? Admitamos una cierta nostalgia; somos humanos. ¿Pero cómo se encuentra tu autoestima? En el balance que posiblemente estés haciendo, los fracasos se suman a los fracasos, las frustraciones a las frustraciones. Te sientes sin fuerzas y te repites: «ya es tarde para todo».
Deliberadamente hemos exagerado el cuadro. Hay matices, y van desde una pasajera melancolía a depresiones que llevan a situaciones límites. Un pasado donde los logros son más, permiten imaginar y proyectar optimismo. En ese caso te sentirás feliz y querrás compartir la celebración de un nuevo cumpleaños, transmitiendo a los demás esa felicidad.
Si ello no te ocurre, permítenos decirte esto: no culpes a la edad, pues hay algo en vos que está sin resolver, algo más sencillo de lo que piensas, quizás, pero que al solucionarlo te afirmará como persona. Puede ser, simplemente, que no te animes a enfrentarlo, o que no atines a encontrar cómo hacerlo. Cuando te decidas y al alcanzar tu meta te realices, advertirás que los años no tienen nada que ver.
por Lic. Teresa González